No me ajusto a este verano. No me ajusto a Buenos Aires después de un mes en el viejo continente. No me ajusto a un trabajo que ya no me satisface, no me ajusto a mi familia disfuncional ni a mis amigos que me quieren dar una mano y yo sólo les quiero dar un sopapo.
Olorcito a mate. Timbre. Tareas pendientes. Ganas de irme a almorzar al río. Tristeza.
Me cuesta caretearla. Quiero otra cosa. Pero por ahora las urgencias superan a las cosas importantes. Esperemos que pronto cambie la marea. O todo reviente por los aires y algo nuevo nazca de las cenizas.
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